Según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), en América Latina y el Caribe persisten seis crisis humanitarias que han derivado en la existencia de más de 23 millones de personas en condición de refugiadas, desplazadas internas o apátridas.
A finales de 2023, los registros de ACNUR daban cuenta de 117,7 millones de personas desplazadas forzosamente dentro o fuera de sus países, producto de conflictos armados, persecuciones, violencia generalizada y graves violaciones a los derechos humanos. Del total, 43,3 millones eran personas refugiadas: 31,6 millones bajo el mandato directo de ACNUR, 5,8 millones en necesidad de protección internacional y 6 millones pertenecientes a la población palestina amparada por la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA). Un dato alarmante es que aproximadamente el 40% de esta población son menores de edad.
La ONU distingue entre refugiados, que cruzan fronteras internacionales huyendo de amenazas, y desplazados internos, que permanecen dentro de su país pero lejos de su lugar de origen. La magnitud del fenómeno se refleja en el aumento registrado en los últimos años: en 2020 había 30 millones de refugiados, frente a los más de 43 millones reportados en 2023.
En el marco de la conmemoración, la Unión Europea (UE) reiteró su “compromiso inquebrantable” como uno de los principales donantes de asistencia a refugiados y reafirmó su voluntad de seguir ofreciendo protección y seguridad, de acuerdo con un comunicado conjunto de la Comisión Europea y el alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell.
Seis epicentros de desplazamiento forzado en América Latina
De acuerdo con Juan Carlos Murillo, jefe de Relaciones Externas de la Oficina de ACNUR para las Américas, estas crisis se concentran en: el norte de Centroamérica (Guatemala, Honduras y El Salvador), Nicaragua, Haití, Colombia, Venezuela y Ecuador.
Centroamérica y el Caribe
En el Triángulo Norte centroamericano, la violencia de pandillas y crimen organizado ha obligado a más de un millón de personas a abandonar sus hogares, convirtiéndose en solicitantes de asilo, refugiados o desplazados internos.
En Nicaragua, más de 200.000 personas han huido por persecución política y violaciones a los derechos humanos, muchas convertidas en apátridas tras la revocación de su nacionalidad por el gobierno de Daniel Ortega.
En Haití, la crisis política y de seguridad ha generado 580.000 desplazados internos y alrededor de 800.000 personas que requieren protección internacional.
Sudamérica
En Colombia, el conflicto armado interno continúa desplazando a 6,9 millones de personas dentro del país, a las que se suman quienes cruzan fronteras en busca de protección.
En Venezuela, la prolongada inestabilidad política y económica ha provocado la salida de más de 7,7 millones de personas, de las cuales 6,6 millones se encuentran en América Latina y el Caribe.
En Ecuador, el auge del crimen organizado y la inseguridad ha impulsado tanto desplazamientos internos como migraciones internacionales. En 2023, 57.250 ecuatorianos cruzaron la peligrosa ruta del Darién, constituyendo la segunda nacionalidad más numerosa en ese trayecto. Se estima que alrededor de 75.000 ecuatorianos viven actualmente como refugiados o desplazados.

Desplazamientos forzados más allá de la región
La problemática es global.
En Europa, la UE ha brindado protección temporal a 4,2 millones de ucranianos, un tercio de ellos menores, como consecuencia de la guerra. Al mismo tiempo, enfrenta el desafío de rutas migratorias de alto riesgo, como el Mediterráneo, donde los naufragios y rescates son cada vez más frecuentes en países como Grecia, Italia o España.
En África, el conflicto de Sudán iniciado en 2023 ha provocado más de 6 millones de desplazados internos y 1,2 millones de refugiados en países vecinos.
En Asia, la crisis en Myanmar tras el golpe militar de 2021 ha generado más de 1,3 millones de desplazados internos, según datos de la ONU.

Este panorama confirma que el desplazamiento forzado, lejos de ser un fenómeno aislado, constituye una crisis de escala global que exige respuestas multilaterales sostenidas, en las que América Latina desempeña un papel clave tanto como región de origen como de acogida.
En nuestra opinión, desde las Relaciones internacionales, y seguridad hemisférica, creemos que las migraciones forzadas son un termómetro de la crisis del orden regional. Mientras América Latina siga sin generar un marco cooperativo fuerte para enfrentar las causas estructurales —como la violencia política, el deterioro económico y la persecución—, los flujos de desplazados seguirán en aumento.”
Ernesto R. Capoccetti